jueves, 13 de mayo de 2010

3ª ETAPA: ESTELLA-LOGROÑO

Salimos a las 9 de la mañana de la pensión dirección al Albergue donde sellamos la credencial. Al estar saliendo de Estella vemos un taller de bicis y nos paramos para arreglar el cambio de Argimiro que andaba tocado estos dias anteriores. Esperamos al arreglo y a las 10:15 ya estamos saliendo de Estella dirección Ayegui que es un barrio de Estella. Nos encontramos a los holandeses de ayer que nos saludan como si ya nos conociéramos de siempre. Ellos van por carretera y nosotros por camino dirección Irache.P1050780 Allí llegamos y nos encontramos un buen número de peregrinos que estamos ya de buena mañana caldeando nuestros cuerpos con el vino de la fuente. Aprovecho para llenar el camelback con el agua de la misma fuente. Allí aparecen los holandeses, que seguro que en su guía tenían el desvío a la famosa fuente. Nos despedimos y seguimos nuestro camino. Camino fácil y divertido que en un momento pasa por un bosque de encinas y va atravesando luego unos campos de cebada verde que se mece con el suave viento que empieza a soplar. Unos nubarrones negros en el cielo no auguran buenas noticias para la jornada. Así continuamos subiendo una ligera pendiente hasta llegar a Azqueta. De ahí, atravesando unas viñas llegamos hasta una fuente medieval y entramos en Villamayor de Monjardín cuando nos empieza a llover.P1050784 Un grupo de 3 brasileiras coinciden con nosotros acogiéndonos de la lluvia en la parada del autobús. Ponemos los chuvasqueros y después de comer una fruta y visitar la iglesia románica de S. Andrés continuamos la ruta. Cada vez llueve más y comenzamos a bajar hasta una parte del camino que está lleno de barro. P1050800 Esto no significaría nada si fuese “nuestro” barro, pero es un barro pegajoso, de arcilla que se pega a todo lo que toca y se va acumulando. Las ruedas parecen de moto, ya no tienen dibujo alguno y van patinando continuamente. La cadena se convierte en un amasijo de barro que va girando con dificultad a través del desviador y de los platos y los piñones. El ruido que hacen al rozar nos daña los oídos. Para más “inri” el agua-nieve que caía nos congelaba los pies y las manos. En un momento la bicicleta se para. Ya no giran los ruedas y nosotros debemos enterrar nuestras botas en el barro. Miro la bicicleta y no la reconozco. Parece que tiene un motor de moto con la cantidad de barro que tiene acumulado. Me acuerdo de lo que contaba mi amigo Calan cuando explicaba lo mismo pero en el camino primitivo. Encuentro un charco y trato de echar para quitar el barro. Sólo logro quitar un poco, el suficiente para seguir, aunque con el chirrido infernal de los múltiples roces. Así llegamos hasta Los Arcos donde empleamos una fuente para quitar un poco de ese barro cerámico. Así entramos en el pueblo para tomar un refrigerio y resguardarnos un poco de la lluvia. Eso lo hacemos en los soportales de la iglesia de Santa María, muy hermosa, pero cerrada. Una pareja de alemanes llegan con sus bicis para hacer lo mismo que nosotros. Intercambiamos unas palabra en el poco inglés que manejamos y ya nos disponemos a salir. Mis colegas deciden ir por carretera. Yo me niego, sigo por camino. Al principio, fenomenal. El firme bueno y duro y vislumbro la carretera y a mis amigos que van por ella a toda velocidad. Al cabo de un rato el camino me desvía hacia una senda sospechosa, embarrada, como de chocolate. ¡Otra vez el mismo barro de antes! Arrepentido estoy de no seguir con mis amigos. La rueda acumula el barro, los discos se atoran, en un momento las ruedas no giran y otra vez tengo que parar en medio del barro a “desbarrar”. A duras penas logro seguir. Los cambios no me obedecen y el chirrido del barro rozando se me hace insoportable... Llego a Sansol y logro atravesar el pueblo desprendiendo un poco de barro. P1050801 Sigo hasta Torres del Rio donde voy a hacer unas fotos a su hermosa iglesia octogonal del Santo Sepulcro. Para visitarla hay un móvil para llamar a una señora. Ya no tengo humor. Tengo que resolver lo de la limpieza profiláctica de mi stumjumper. Así que me dispongo a ir hasta Viana. Seguro que en alguna gasolinera habrá agua. Ya no me atrevo a ir por camino. El cambio no me responde y tengo miedo de romper cadena y cambios. Aun así no puedo resistir un trozo que parece ser tiene buena pinta. Parece, digo, porque al bajar me doy cuenta que me meto en el dichoso barro. Así que me incorporo otra vez a la carretera y así llego a Viana a una gasolinera donde me dejan utilizar una manguera para quitar lo más grueso del barro y así poder llegar a Logroño. Esto lo hago por carretera hasta encontrar la pista para bicicletas de la entrada de Logroño. Llego al puente de piedra sobre el río Ebro donde encuentro a mis amigos en la oficina del peregrino. Ya juntos vamos hasta un lavado de bicicletas (lo suyo nos costó quitar ese barro pegajoso) y luego a la pensión a ducharnos y a quitar el barro de nuestra indumentaria. Fue un día duro por las condiciones meteorológicas y del terreno. Pero yo disfruté. No lo puedo negar.

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