Hoy la hostelera nos tenía el desayuno preparado a las 8:30. Bajamos todos a desayunar en el agradable comedor que tienen en la casa y una vez dada cuenta de las viandas, tomamos el camino. Eran las 9:30 (como todos los días). Yo, como siempre retomo el camino, mientras mis amigos van por la carretera. Quedamos en vernos en Rabanal del Camino. El camino ya comienza a ser distinto. Hay unas pendientes de senderos empedrados que transcurren a través de robles y de encinas. Ya es más entretenido y requiere algún esfuerzo para alguna “tachuela” que se va presentando. Me encuentro a una pareja joven en bici. Él lleva un transportín y la subida se le hace dura… Así seguimos, adelantando peregrinos que van penosamente subiendo la prolongada y suave pendiente, entre guijarros y algún charco que otro para amenizarnos el camino. Así llego a Astorga. Grandiosa villa que domina la inmensa llanura. Admiramos su hermosa Catedral y el Palacio Episcopal de Gaudí. Sellamos en la oficina de información turística y seguimos. Yo por el camino. Paso por Santa Catalina de Somoza y el Ganso donde encuentro a otro grupo de escolares que están haciendo el camino con su profesor. Son de León. Hay un trozo de sendero que está plagado de raíces. Es dificultoso evitarlas y, al mismo tiempo, peligroso no hacerlo. Sin dificultad llego a Rabanal. Espero a mis amigos y juntos emprendemos la subida a Cruz de Ferro. Yo por el sendero que va paralelo a la carretera pero tan cerca que nos permite ir hablando entre nosotros, aunque yo voy en una cota un poco más alta. Está bien para no perder cota, como diría el amigo Julián. A veces se hace dura la subida, por la pendiente y los pedregales que con las últimas lluvias están lavados y sin soporte de tierra. Paso por Foncebadón atravesando el pueblo por la empinada cuesta. Sólo se ve vida en un albergue que está abierto y que acoge a algunos peregrinos que se quieren resguardar del calor sofocante. En un momento paso por una especie de humedales que no me permiten llegar seco a la cima. ¡Que se le va hacer! El barro forma parte del camino. Ya por fin, luego de una importante pendiente llego a la Cruz de Ferro. Estamos a más de 1500 m. de altura. El sol aprieta, pero el frescor de la montaña alivia el calor que he pasado subiendo. Echo mis piedras a los pies de la cruz y comienzo la vertiginosa bajada. Atravieso veloz Manjarín donde está un albergue de los templarios y llego en un plis plas a O Acebo. El hambre aprieta y vamos a comer al Mesón El Acebo el menú del día por 9,50 €. Lo que nos impresionó es el sitio que elegimos para dormir. Hasta hoy, el mejor: Casa Rural la Rosa del Agua. Estamos como en casa, pero además está decorada y distribuida con un gusto excelente. Cintia nos recibe y hasta nos guarda ella las bicis… es de un amable impagable. Vemos las habitaciones y nos parece haber llegado al paraíso del Acebo. Después de descansar, echamos una parrafada en el magnífico jardín de la casa y luego a pasear por el pueblo y ver las hermosas vistas. También compramos en la tienda de Josefina algo para cenar. Nos lo preparamos y cenamos a gustísimo en la cocina de “nuestra” casa. Luego aún echamos unas cuantas canciones y Román nos deleitó con alguna poesía. Salimos a contemplar la luna creciente y el cielo estrellado y ya a dormir para mañana continuar la siguiente etapa.
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