Cuando amainó seguimos por pistas de tierra por la orilla, desviándonos a espesos bosques a veces. Nos encontramos a un numeroso grupo de parejas de alemanes que estaban haciendo la ruta. En un momento los seguimos, creyendo que estaban haciendo el Danau Radweg.
Al cabo de un rato, en Gunzburg, pararon y nos explicaron que ellos no iban haciendo esa ruta, que íbamos mal si queríamos llegar a Dillingen y nos dieron las indicaciones, aunque debido a nuestros pingües conocimientos de inglés, acabamos liándonos para encontrar el camino hacia Dillingen, la ciudad siguiente más importante.
Por fin apareció y ya enfilamos. En medio de un bosque encontramos a dos canadienses que habían salido de Ulm. Ellos se quedan antes de Donauwörth. Uno de ellos tuvo una caída y tenía varias heridas en la cara, a mi parecer causadas por las gafas que le hicieron un corte importante en la nariz. Seguimos juntos un rato. Yo ensayé el francés por si eran quebequois, pero no; entendían mejor el alemán, je, je... De pronto empezó a diluviar y le dimos fuerte al pedal y nos acogimos en el porche de una casa en medio de la nada. ¡Era un pequeño restaurante! Ellos se quedaron a comer. Nosotros seguimos. Queríamos aprovechar las escampadas.
Como cuando vienen, vienen todas juntas, aparece el primer pinchazo. Probamos a ver; dar aire y a ver lo que aguanta... Así cada 5 ó 6 km. le vamos dando un poco de aire. A ver si aguantamos hasta Donauwörth. Además vamos a coger la pista de bicis que va más recta.
Casi siempre paralela a la carretera. Tanto que a veces los coches, cuando pasan por un charco nos obsequian con un desagradable "balde" de agua. Así seguimos por Schwenningen y Tapfheim. Después de dar aire Argimiro se despega de mi para ver si dándose prisa llega al destino y no tenemos que hacer más paradas técnicas. De pronto, entre las llamadas de teléfono del "equipo de apoyo" y que empieza a llover torrencialmente, pierdo de vista a Argimiro. ¡Va aviado! no lleva ni bombín ni herramientas. ¡Ya parará! No hay casas y tengo que acogerme debajo de unos frondosos árboles. Ya sé, ya sé: "quien se acoge debajo de hoja, dos veces se moja", pero es que no había más solución... y mientras no se empapaban las hojas, algo me tapaban. Cuando para de llover, sigo y entro en Donauwörth buscando la iglesia de referencia que me habían indicado. Llego y me están esperando. ¿Y Argimiro? Aun no llegó. Uf... ¿Dónde andará? Además pinchado... No lleva teléfono. Bueno: solución, ir a buscar la Rathaus que suele ser nuestro punto de espera y, a ver si hay suerte. Al cabo de media hora aparece andando con la rueda sin ningún aire... Al final, habíamos accedido a la ciudad por puertas distintas. Primero una cerveza "a big bier", luego ya vendrá la ducha...
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