26 de mayo. Hoy hay que salir temprano. La etapa es larga, algo complicada y el calor previsto superará los 36º. Así que a las 6 preparamos todo y aún siendo de noche salimos del hotel para, con luces bien visibles, atravesar Doña Mencía y subir por pistas de montaña (sin tráfico de automóviles) a los campos de olivares. Enseguida llegamos a Baena, que la paseamos por sus estrechas calles empedradas y tenemos la suerte de encontrar un bar para el, ya habitual, desayuno: café con leche y tostadas con aceite, sal y tomate. No podemos detenernos mucho y seguimos a Castro del Río. Ya llevamos 30 kms. y volvemos a reponer fuerzas y proveernos de agua. A partir de aquí y durante más de 40 kms. será un puro desierto de campos sembrados con cereales. Ni un árbol. Los molestos y pequeños mosquitos se aprovechan y nos atacan continuamente. Distingo campos de garbanzos, girasoles, trigo... Otros no sé muy bien que son pero alfombran el paisaje con diferentes tonalidades. El sol aprieta. El agua se va terminando y... ¡por fin! divisamos Córdoba al fondo. Llegamos pronto al hotel callejeando y después del aseo nos vamos a comer. Dormimos una pequeña siesta y vamos a visitar la ciudad: la Mezquita, los patios cordobeses, el magnífico puente romano con la torre Calahorra al fondo. Una maravilla de ciudad.
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